viernes, 18 de abril de 2008
domingo, 13 de abril de 2008
14 de abril: la vieja canción

Pedro Fierro Viejo
jueves, 3 de abril de 2008
Recibimos carta de JM Merino
Caros Manolo / Marta,
me ha encantado encontrarme cantando en los Maristas ante la batuta segura del gran maestro Bieito... Pero también me he recordado en el Emperador, contemplándote mientras fascinabas al público con tus saltos, piruetas y risotadas -gorro de cascabeles incluido- mientras servías, creo, de narrador implícito -que dirían ahora-en un espectacular y pre-spilbergiano montaje de "Caperuza Azul" -¡hay que ver cómo estaban los tiempos!:
"caperuza azul, caperuza azul,
se la comió el looooobo"
cantaba el coro, con tono lastimero. Ojalá.
Que conste que aquella actuación tuya fue uno de los mitos imperecederos en mi casa familiar...
En fin, que se agradece la cariñosa referencia...
Abrazos, José María
me ha encantado encontrarme cantando en los Maristas ante la batuta segura del gran maestro Bieito... Pero también me he recordado en el Emperador, contemplándote mientras fascinabas al público con tus saltos, piruetas y risotadas -gorro de cascabeles incluido- mientras servías, creo, de narrador implícito -que dirían ahora-en un espectacular y pre-spilbergiano montaje de "Caperuza Azul" -¡hay que ver cómo estaban los tiempos!:
"caperuza azul, caperuza azul,
se la comió el looooobo"
cantaba el coro, con tono lastimero. Ojalá.
Que conste que aquella actuación tuya fue uno de los mitos imperecederos en mi casa familiar...
En fin, que se agradece la cariñosa referencia...
Abrazos, José María
martes, 1 de abril de 2008
José María Merino, Ilmo. Sr.

–¡A la “m”, al sillón “m” de la Academia...! ¡Han elegido a Merino, para la Academia!
–¡Tas tonta, tu!. soltó el insoportable Paco Sopas, que se me había pegado sin piedad, mientras yo esperaba a los chicos.
–Yo conocí a Josemari Merino, cuando hacía cosas más interesantes que entrar en la Academia. Cantaba en el coro de los Maristas, que dirigía el inefable maestro Vieito, y nos escribía poesías y cuentines a las niñas y aunque él no se acuerde de mí era uno de mis ídolos. Él y otro, un poco siniestro, al que llamaban “Poe”, que luego fué abogado rojo. Y cómo no, abogado en el TOP de Manolo Jular. Que, por cierto, también cantaba en el coro, pero yo entonces no me había fijado en él.
–Bueno, bueno (dijo Pedro entrando). –Te vas a ahogar, si entras en los recuerdos endogámicos de la prehistoria democrática. ¡Va a pensar la gente que el coro de los Maristas eran la Juventudes Comunistas de León!
Y así nos enrollamos, vaso a vaso, copa a copa, tapa a tapa, engolfados en una carrera literaria que empezó en la poesía (1972: Sitio de Tarifa). siguió en la prima novela (1976: Andrés Choz), y después, lo inenarrable, fantástica narrativa multidisciplinar, cuentos largos, medianos y “nanocuentos”, historia y metaficción (para mayores y pequeñitos). Y premios literarios. Y más libros. Intramuros, entre ellos. A la vez, el superviviente trabajo cotidiano en el Ministerio de Educación, o del nombre que recibiera de cada “inteligente” ministro de turno. –Fue director general del Centro de las Letras en el Ministerio de Cultura, bajo la pezuña de Semprún (de 1986 a 1989), dijo Paco Sopas. –¡Y el único osado dimisionario por incompatibilidad con su “señorito” que yo recuerdo, saltó Manolo Jular, siempre tan suyo. –Por cierto, con Merino son ya cuatro los leoneses académicos. Intervino mi Pedro Fierro, que no tiene remedio. Yo, que tenía un día sentimental, me quedé sin preguntarle cuantos escritores leoneses harían falta para cambiar una Academia llena de carrozones, panpringaos y (gracias, Josemari) cegaratos. Una, a veces, es muy de casa.
–Yo conocí a Josemari Merino, cuando hacía cosas más interesantes que entrar en la Academia. Cantaba en el coro de los Maristas, que dirigía el inefable maestro Vieito, y nos escribía poesías y cuentines a las niñas y aunque él no se acuerde de mí era uno de mis ídolos. Él y otro, un poco siniestro, al que llamaban “Poe”, que luego fué abogado rojo. Y cómo no, abogado en el TOP de Manolo Jular. Que, por cierto, también cantaba en el coro, pero yo entonces no me había fijado en él.
–Bueno, bueno (dijo Pedro entrando). –Te vas a ahogar, si entras en los recuerdos endogámicos de la prehistoria democrática. ¡Va a pensar la gente que el coro de los Maristas eran la Juventudes Comunistas de León!
Y así nos enrollamos, vaso a vaso, copa a copa, tapa a tapa, engolfados en una carrera literaria que empezó en la poesía (1972: Sitio de Tarifa). siguió en la prima novela (1976: Andrés Choz), y después, lo inenarrable, fantástica narrativa multidisciplinar, cuentos largos, medianos y “nanocuentos”, historia y metaficción (para mayores y pequeñitos). Y premios literarios. Y más libros. Intramuros, entre ellos. A la vez, el superviviente trabajo cotidiano en el Ministerio de Educación, o del nombre que recibiera de cada “inteligente” ministro de turno. –Fue director general del Centro de las Letras en el Ministerio de Cultura, bajo la pezuña de Semprún (de 1986 a 1989), dijo Paco Sopas. –¡Y el único osado dimisionario por incompatibilidad con su “señorito” que yo recuerdo, saltó Manolo Jular, siempre tan suyo. –Por cierto, con Merino son ya cuatro los leoneses académicos. Intervino mi Pedro Fierro, que no tiene remedio. Yo, que tenía un día sentimental, me quedé sin preguntarle cuantos escritores leoneses harían falta para cambiar una Academia llena de carrozones, panpringaos y (gracias, Josemari) cegaratos. Una, a veces, es muy de casa.
Marta Delgado de Klee
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