Este texto de Manuel Jular fué leído por Ana R. Jular en la gala de entrega de los premios Diálogo del Ateneo Cultural de CC. OO. de Castilla y León
Seré breve. Espero.
Voy a leer unas líneas, porque algunos ya no estamos para discursos memorizados. Observad el uso del plural mayestático.
Hace una porrada de años, (mil novecientos sesenta y muchos) unos cuantos alucinados caballeros (alguno debe andar por aquí) me convencieron tras múltiples reuniones (alguna de ellas en mi casa) tenidas en “cómodos y cálidos” lugares de la ciudad, tal que La Candamia, el Monte San Isidro o los salones de La Chón en las riberas del Bernesga.
Me convencieron digo, para que iniciara una “brillante carrera política” al lado de un Movimiento SocioPolítico de reciente puesta en marcha en zonas metalúrgico–mineras próximas, y que era impulsado por unos individuos de un partido clandestino al que el gobierno del vesánico general Franco acusaba de tener cuernos y rabo.
Así empezó, con mi consentimiento y relativa formación estética, la “carrera” que me ha traído hasta este premio de hoy: pintando por tapias de León una convocatoria de las gloriosas (Y esto no es broma) siglas que hoy nos representan. CC, punto OO, punto
Claro que no lo hacía solo. Había unos pocos más. Algunos eran casi unos niños. Muchos de ellos probaron pronto la capacidad represora de los que mandaban con detenciones y encarcelamientos. Yo mismo, tras una saga-fuga que me llevó a escoger “amnistía y llibertat” en Mallorca, entré en la cárcel de Palma y quedé en manos del TOP (Tribunal de Orden Público). Una especie de Audiencia Nacional, pero en plan hijoputa.
Tras una petición de dos años, (convertida por el juez en una condena de 11 meses y al final en una multa por el Tribunal Supremo) gracias al apoyo inestimable de los abogados del PCE, José Antonio Pariente en especial, quedé libre y “activo”.
Y en Madrid. Allí anduve dando tumbos con los conatos organizativos de las células de artistas, que “comunistizaba” (¡Toma verbo!) con pasión Armando López Salinas. Buscando la pela solidaria tan necesaria para la lucha, expusimos varias veces, dos en Italia con el apoyo del PCI, que entonces era una gran referencia.
El año 1974 me pilla aposentado en León de nuevo. Es el año del cartel de San Froilán, cartel, que algunos todavía recuerdan y por el que otros preguntan... He fotocopiado unos pocos para recuerdo de este día.
En el cartel un lobo gris –que se había comido la burra del santo obispo, constructor de ermitas– es castigado/dominado por Froilán a ejercer de semoviente transportista de los santos libros. Se convirtió en polémico por unas albardas con los colores de la bandera tricolor republicana y en él se intentó encontrar toda clase de mensajes criptocomunistas. Lo retiraron, tarde, claro, recibo amenazas diversas, pero al final no pasa nada. En el siguiente año me otorgan el premio de pintura de la Caja de Ahorros de León. Es mi segundo primer premio. En 1969 ya había recibido el de la Diputación. Una Medalla de oro que llevaba el pomposo nombre de Exaltación de los Valores Leoneses. Esta vez las autoridades gobernantes se niegan a entregarme el diploma –en pública cena– y tiene que ser el propio Don Emilio Hurtado, presidente de la Caja, quien lo hace. Mi profundo reconocimiento para este caballero que dirigió la entidad leonesa de ahorros cuando a las cajas todavía se les veía la obra social. ¿Se me entiende?
Bien. Éramos clandestinos pero se nos veía. Con más o menos miedo (según cada quien) estábamos en todos los tejidos y aparecíamos en todas las pomadas. Finalmente la prehistoria terminó. Franco firmó sus últimos asesinatos y la diñó como un perro en manos de sus íntimos.
Como estas líneas no quieren ser una cátedra de historia, ni siquiera de mi biografía, iré rápido y saltarín sobre los siguientes años. Esos que dieron en llamar la transición y que mejor debería llamarse la transacción.
Con una atrabiliaria pregunta y una enrevesada fórmula electoral refrendamos y sustanciamos votando, la monarquía y todo lo que ha venido. Eso sí, a los del rabo y los cuernos nos legalizaron. A cambio nos comimos una ley electoral que nos convertía casi en impotentes.
Hay que decir que estábamos tan contentos que colaboramos bastante. El resultado de las primeras elecciones democráticas nos situó en mala posición detrás de fachas, tardofranquistas, nacionalistas y un partido socialista color rosa pálido que había permanecido casi invisible hasta ese momento. Entonces comprendí que nunca sería presidente de la Diputación de León y me marché a Madrid.
Veintitantos años capitalinos dan para horas de parloteo, así que voy a hacer reducciones drásticas:
Viví como pude, de lo que mejor sabía. Pinté cuadros, murales, diseñé publicidad... Dibujé mi primera serie El Museo Imaginario en el vespertino Pueblo, en la etapa de Gurriarán y Martínez Reverte. Mandaba Suárez.
Políticamente me arrastré con más tristeza que gloria por los comités del PCM. Entre los Carrillo, Pilar Bravo y Sánchez Montero. Era un camarada algo gafe, pero optimista todavía.
Eso sí, bajo la dirección de Federico Melchor, tuve el honor de dibujar en el extinto diario Mundo Obrero, –intento fallido de información– que pronto se convirtió económicamente en insostenible y fue cerrado por el PCE. También para MUNDO OBRERO semanal.
Pero sobre todo recuerdo y hasta conservo con ilusión las portadas de UNIDAD OBRERA, que editaba CC.OO. de Madrid y las ilustraciones para la GACETA SINDICAL Y, por supuesto, la creación de CAL VIVA, revista del sindicato de la “constru”, que dirigía un zorrocotroco como yo (Javier García, “el gitano”, quien por cierto, estuvo en León durante la huelga de la construcción de 1976) Todavía estaba Marcelino y el compañero responsable de la agitprop era Antonio Gutiérrez.
Poco después dejé la militancia activa. No hay explicación.
En 1990, conseguí un contrato indefinido de Director de arte con el grupo Punto y Seguido, que además de El Nuevo Lunes y El Siglo de Europa publicaba gran número de revistas de las llamadas “llave en mano” o “house organs”, para empresas como Renfe, Banesto, Trasmediterránea, Flex, etc. Este grupo pertenece a un sedicente sociata, José Garcia Abad, más o menos impresentable que otros sociatas. Ahí estuve aguantando estoicamente hasta la obligatoria jubilación. Aquí me presentaron a una tal MacIntosh, máquina, que como mínimo me sirvió para empezar una “nueva carrera”: mi etapa digital.
Salto años y extrapolo. ETA, los GAL, Aznar, Irak, la postura cada vez más retrógrada de la Iglesia, etc. acabaron con lo que nos quedaba de optimismo. En el país, el bipartidismo incompleto, que la fórmula constitucional propicia, fue gobernando alternativamente, pero para mí el fondo de la cuestión no marchaba.
Mientras tanto se creaba una burbuja económica de considerables proporciones, que presagiaba más pedrisco que cosecha. El paisanaje se iba caracterizando por una tontuna consumista. ¡Mis queridos banqueros! Olvidando que...“hay una tiranía neoliberal que se caracteriza por concebir la economía como una actividad enteramente separada de lo social, y que escapa al control político”. ¡La jo..., vaya, la fastidiamos, tía Paca!
Así que lo que tenía que pasar, pasó. El aguacero político se ha trasformado en una colosal nevada y los golfos aP-Pandadores de la derecha, en medio de una gigantesca corrupción, siguen haciendo su agosto... Mientras, lo llaman crisis.
La ciudadanía está como en stand by, entre angustiada, un poco resignada y un mucho irritada, esperando... no a que escampe, sino a ver qué más puede pasar, que sea todavía peor. No prevé remedios ni del Gobierno, ni del principal partido opositor —al que parecen aún lejos de perdonar su etapa última de gobierno—.
Pero como prácticamente, nadie con responsabilidad pública se ha esforzado, ni se esfuerza ahora, por explicar seriamente el por qué, el cómo y el previsible hasta cuándo de lo que acontece, se ha optado por actuar como si nos asolase una plaga de esas que un buen día se van igual que un mal día vinieron: porque sí.
Estimados compatriotas votamos/votasteis de pena (o sea contra vosotros/nosotros mismos) y no lo veis/vemos. ¡Qué asco!
En medio de este tornado, nuestros "Queridos congresistas" ¿no sé si os dais cuenta?, se han "encarcelao". Las Cortes tienen en estos momentos la apariencia de los estadios pinochetistas o videlistas. Pero lo que les distingue de los presos políticos de esas dictaduras es la inutilidad, la corrupción, la incompetencia. Han sido elegidos para legislar, no para "engordar". Han sido elegidos para escuchar pero no oyen.
Aislados de nosotros por la runfla de jayanes armados de una tal Cifuentes, no son nadie, no son nada. Deberían meditar, ¡hostia! y cambiar. ¡O dimitir!...
Así están de contentines los P-Perracos con su jefecillo. Las "cortes", como en los tiempos del oprobioso Paquitísimo Franco (el del 1936) de ovejitas luceras.
Aunque algunos de estos –supuestos– personajes "hánsele vuelto cabras (o más bien cabros de cuidado)".
Y en la medida en que Mariano Rajoy, como toda la derecha europea y buena parte de la izquierda, asume plenamente esta situación, el autoritarismo es la forma de teatralizar una autoridad sobre el poder económico que no se tiene y no se quiere tener. Rajoy es prisionero a la vez de la creencia —“No hay alternativa”— y de la impotencia que de esta ausencia de alternativa se deduce. Porque si no hay alternativa no hay margen para la política. Estamos asistiendo a un profundo retroceso en el modelo social, que consolida la hegemonía de la economía (y del interés privado) frente a la política. Todas las normas que configuran el programa de “TIJERAS RAYUÁ” : Rouco, BCE, FMI, Banquia, y los 40 mil ladrones conducen en esta dirección.
Y, sin embargo, no ha habido en el Parlamento español ningún debate sobre el modelo social que queremos. ¿A qué espera la oposición? Si ahora, que está por los suelos y tiene que reinventarse por completo, no es capaz de lanzar este debate, ¿cuándo lo hará? ¿O es que para ella tampoco hay alternativa?
Despidos, recortes, represión, hambre... La era postdemocrática ha empezado tremendamente injusta para el pueblo de los trabajadores.
Y yo, vuestro premiado de hoy, cumplidos los 74, me siento traicionado, humillado y ofendido, bajo mínimas esperanzas de poder ver una sociedad arcoiris, que practique una fraternidad roja, (en la que quiero creer), incluso un poco asalmonada, bajo una bandera libre y tricolor. Una sociedad que sólo podrá salir de un frente indignado de colores fuertes. Un frente unido, no violento. ¡Si no nos obligan!
Se me olvidaba. ¡Compañeros y amigos! Gracias por el premio.
¡Viva Comisiones Obreras!
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